En más de una ocasión hemos aprovechado este blog para confesaros nuestra pasión por la tradición, las fiestas especiales que se celebran en determinadas épocas del año y por los dulces que suelen acompañarlas, que siempre elaboramos con nuestro toque particular. No podía ser de otra manera siendo una confitería con más de 120 años de existencia y amante de los métodos artesanales en la elaboración de nuestros productos de alta repostería. Y no hay seguramente momento más mágico y esperado que la Navidad, que tienen en los polvorones su dulce más típico.

En las próximas líneas vamos a indagar en sus orígenes y un buen punto de partida podría ser explicar que no es lo mismo un polvorón que un mantecado. La clave reside, y puede que no lo sepan, en que estos últimos se elaboran con harina, azúcar, manteca de cerdo y aromas, mientras que el polvorón, un tipo concreto de mantecado, lleva además almendra. Una pequeña gran diferencia.

Como ocurre con casi todos los productos de referencia y con una larga tradición, los orígenes del polvorón no están nada claros y a poco que investiguemos nos topamos con muchas leyendas urbanas y mitos de esos que nos gustaría creer, pero que caen por su propio peso. Como el que fija su nacimiento en América y su descubrimiento, a Cristóbal Colón. Bulo que se nutre de una supuesta anotación del almirante en sus primeros diarios en la que citaba unos bollitos llamados “mantecates”. Invenciones poco sostenibles aparte, la palabra “mantecates” sí que es recurrente en la historia de estos dulces. La encontramos, por primera vez, en un postre del convento de Santa Clara de Estepa cuya receta incluía aceite o manteca, chocolate, azúcar y limón. Fue enviada por un tal Diego C. a la marquesa del municipio sevillano cuando el siglo XVIII no había hecho más que comenzar y más de uno ha querido ver en la “c” de marras el diminutivo de Diego Colón, sobrino del ya citado descubridor de América. Complicado de creer. Mucho más verosímil resulta pensar que el término deriva del que da nombre a la receta de un postre ideado por el cocinero italiano Cristoforo de Messisbugo dos siglos antes: los mantheghate. Para la historia ha quedado su libro “Banchetti, compositioni di vivande et apparecchio generale”, de1549, en el que hace referencia a un dulce elaborado con piñones, harina, huevo, azúcar, especias y manteca.

Si hablamos de municipios, son la ya citada Estepa y Antequera, en Málaga, las que más encarnizadamente defienden la paternidad de los mantecados. Sin embargo, y volvemos a tirar de datos contrastados, ni la una ni la otra parecen llevar la razón, porque la hemeroteca vincula la receta más antigua de un postre parecido a los actuales mantecados a las tortas de “polborón”, sí con b, del municipio también sevillano de Morón de la Frontera. Palabra de Rosa María Calvillo, que lo publicó en 1740 en su “Libro de apuntaciones de guisos y dulces”. En éste habla de un dulce elaborado con flor de harina, manteca de cerdo, azúcar, canela y clavos espolvoreado de ajonjolí y cocido en horno flojo. Los polvorones de Morón, con el tiempo, comenzaron a hacerse populares en toda Andalucía y, con la implantación del ferrocarril y la mejora generalizada de las comunicaciones, no tardó en expandirse por toda España. Mucha culpa tuvo de ello, y aquí sí que hay unanimidad, la estepeña Micaela Ruiz “La Colchona”, que fue quien reparó allá por 1844 en que tostar previamente la harina hacía que la masa perdiera humedad y ganara firmeza, permitiéndole mantener su suavidad interior. Y es precisamente esa suavidad la mayor cualidad de los reputados polvorones artesanos de Confitería Blanco, una de nuestras especialidades navideñas por excelencia junto con los turrones de chocolatealmendra o yema, los figuritas de mazapán, o las gloriasLa facilidad con la que se deshacen en la boca y, por supuesto, el empleo de almendra Marcona seleccionada además del pequeño toque de vainilla que siempre le dan nuestros maestros artesanos.

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